Después de nuestro paseo a la costa una cosa me quedó clara: no existe un solo recuerdo que no tenga una buena dosis de dolor, eso sí con mucho amor. Mi papá sabía que la mejor manera de demostrar el amor que sentía por mi madre era haciendo realidad su sueño: viajar en barco. Para ello decidió involucrar a la familia y de paso, darnos las vacaciones que según él la familia se merecía; a pesar de que para mi hermana Milena, para mi abuela y para mí, no era el mejor plan. El barco salía de Cartagena, allí debíamos llegar a la hora exacta para embarcar, pero lo que no esperábamos eran todas las aventuras que nos iban a ocurrir en el camino desde Bogotá hasta nuestro destino.
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