Bernard Herrmann (Nueva York, 29 de junio de 1911 – Los Ángeles, 24 de diciembre de 1975) fue un compositor estadounidense especializado en el género cinematográfico. Galardonado con un premio de la Academia a la mejor música de película dramática por su trabajo, El hombre que vendió su alma (The Devil and Daniel Webster, 1941), es principalmente conocido por sus colaboraciones con Orson Welles (Ciudadano Kane, La guerra de los mundos) y con Alfred Hitchcock, director con el que Herrmann cosechará la mayoría de sus grandes éxitos (Vértigo, The Man Who Knew Too Much, Psicosis). A los ocho años dejó patente su mal genio y rebeldía cuando el profesor de música le regañó y Benny le rompió el violín en la cabeza. A los 13 años quedó deslumbrado por la música de Héctor Berlioz, lo que marcó su decisión de convertirse en compositor. A los 16 años se matriculó en el instituto DeWitt Clinton, donde tuvo como profesor musical a Gustav Heine, quien le enseñó las técnicas básicas de composición. En 1931 creó la New Chamber Orchestra, formación con la que realizó conciertos de música clásica; y en 1934 fue contratado como director y compositor para la cadena de radio CBS, participando en algunos programas de éxito como Columbia Workshop y The Mercury Theatre. En 1933 se vinculó con la Columbia Broadcasting System donde musicalizó documentales y programas radiofónicos. De esta forma conoció a Orson Welles, quien estaba buscando alguien que le compusiera temas para programas de radio. Uno de estos, La guerra de los mundos, sobre la novela de H.G.Welles, que cuenta una invasión extraterrestre, marcó un hito en la historia de la radiodifusión, causando el mayor impacto de la historia de la radio. En 1941 ambos volvieron a trabajar en otra adaptación radiofónica, The Happy Prince, y ese mismo año Welles encontró financiación en la RKO para su película Ciudadano Kane, donde se reencontró con la música de un Herrmann que entraba por la puerta grande en el mundo de la composición cinematográfica, consiguiendo además su único premio de la Academia por su segunda película, El hombre que vendió su alma. Durante los cincuenta, su carácter fue transformándolo en un individuo antisocial, agresivo y solitario, descontento con su profesión y convencido de que todo a su alrededor era negativo. Su prepotencia musical la consolidó con un estilo personal, acorde con su melancólico estado de ánimo, en las cuerdas obsesivamente románticas de Jane Eyre, El fantasma y la señora Muir y Las nieves del Kilimanjaro. En 1955 se produjo el comienzo de su afortunada relación profesional con Hitchcock, complementándose ambos a la perfección. Su colaboración con Alfred Hitchcock se inició en Pero... ¿quién mató a Harry?, que dio como resultado algunas de las más alabadas partituras cinematográficas. Su condición de maniaco depresivo le hizo desarrollar hasta el límite su innovación musical, que alcanzó su punto culminante en el lirismo de Vértigo, en el fandango percusivo de Con la muerte en los talones o en la violencia de los violines que simulan cuchillazos sobre la piel en la clásica escena de la ducha en la película Psicosis.
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